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martes, 21 de mayo de 2013

Vírgenes Negras -V-


EL APOGEO

Por idénticas razones sociológicas, y gracias a la misma propaganda benedictina que motivo el éxito de la peregrinación a Compostela, el resultado de esta nueva predicación es inmediato y supera incluso todas las esperanzas. En Europa, todo el mundo se dispone a marchar a las Cruzadas. No solo son los nobles y los militares, sino multitudes de campesinos sin armas, niños incluso, en medio de un entusiasmo colectivo absolutamente indescriptible y que nos deja aun pensativos.
En 1099, después de combates encarnizados, Jerusalén es tomada. Se ha logrado el último objetivo. Ningún cristiano se atreve a enseñar hoy que las Cruzadas eran una obra magnifica de fe religiosa.
El hecho de que los hombres han utilizado siempre la guerra para arreglar sus diferencias, causa horror y, entre todos, las guerras de religión me parecen las más abominables... Además, las Cruzadas son la primera guerra colonial de Europa, y estuvieron acompañadas de matanzas escandalosas, de destrucciones de ciudades enteras, e incluso, en algunos casos, de verdaderos genocidios.
Dado que siento amor por la Edad Medía, lamento profundamente que sea de esta manera como los grandes secretos del Oriente fueron penetrados. Verdad es que, también en las Cruzadas, hallamos de nuevo esa misteriosa ambigüedad advertida en España, esos combates encarnizados, pero también encontramos esas confraternizaciones, esos contactos e intercambios entre varias sectas orientales y nuestras ordenes religiosas, como si las batallas que tienen lugar a su alrededor no existieran en absoluto, como si aquello no tuviera la menor importancia..
Verdad es, también, al ser movilizados los militares para es ataque, Europa se veía al mismo tiempo (segundo resultado ¿deseado quizá de entrada?) liberada de la mayor parte de sus señores guerreros y saqueadores, de sus aventureros brutales y de sus "cabezas locas". Una purga de este tipo facilito, sin duda, la creación de la gran civilización que se desarrollaría en los siglos xii y xiii.
Esta civilización que alcanza entonces su apogeo es, ciertamente, la de las catedrales, pero, si bien estamos hoy convencidos del gran valor espiritual, religioso y cultural de la época, me parece que no se ha puesto aun suficientemente de relieve, a través de investigaciones apropiadas, el hecho de que, en los terrenos económicos y sociales, fue también mucho mas avanzada de lo que generalmente se cree.

No se vive mal en esa época en Francia, ni fuera de Francia, cuando menos en las proximidades de las grandes abadías (¡y son tan numerosas!), teniendo en cuenta las condiciones particulares de unos tiempos en que se esta empezando tan solo a desbrozar una tierra en gran parte cubierta de bosques.
La situación de los campesinos fue, en todo caso, mejor en aquella época que durante la mayor parte de los siglos posteriores, y, aunque sea difícil establecer una comparación entre los valores monetarios existentes entonces, las cuentas antiguas de las construcciones de iglesias y catedrales muestran que, no solo los maestros de obras, sino también los obreros verdaderamente calificados, recibían salarios a veces elevados.
Por otra parte, vemos que en nuestro país el "francés medio", sea de condición rural o artesano en la ciudad, empieza a poder permitirse algunos "extras". Sabemos, por el incremento de las peregrinaciones, que estaba en situación de viajar, lo cual implica, además de los gastos consiguientes, la posibilidad de permanecer varias semanas, meses incluso, sin practicar trabajo alguno remunerado. Los documentos de la época nos hablan de fiestas populares que empiezan a multiplicarse, lo cual presupone cenar mejor que de costumbre, golosinas y ciertos excesos de alcohol y de vino... El cultivo de la viña se desarrolla de una manera intensiva y algunos de nuestros caldos mas reputados nacen en ese momento.

El considerable incremento demográfico observado es expresión de mejores condiciones higiénicas y una mayor holgura económica. La vida se prolonga mas tiempo gracias a la casi desaparición del hambre, lo cual demuestra unos métodos agrícolas mas racionales y una posibilidad de almacenar las reservas de víveres acumuladas durante las buenas estaciones.
En todos los grandes ejes de carreteras francesas y europeas, la rapidez en el desplazamiento ha aumentado en gran manera. Para convencerse de ello, basta leer los relatos de viajes y calcular en cuantos días de caballo eran recorridas las distancias. Forzosamente tenia que existir una red de carreteras ampliamente diversificada y de buena calidad. Que yo sepa, no se ha intentado nunca hacer un inventario de las rutas existentes en la Edad Medía. Quien se dedicara a semejante tarea, me parece que se llevaría una gran sorpresa.
La misma que se llevaría sin duda aquel que estudiara atentamente los hospitales de la época. En muchos lugares, podría efectuarse con bastante facilidad una relación detallada del número de camas con relación a la población, consultando los antiguos inventarios de los bienes pertenecientes a las principales ordenes religiosas. Los hospitales no tenían apenas la capacidad que nosotros hemos dado a estas instituciones hoy, pero, en muchos lugares, considerando el número de población muy inferior, podría ocurrir incluso que hubieran sido más numerosos...
Desarrollo, progreso, prosperidad.
Todo eso no debe estrictamente nada a los reyes, a los señores, a los políticos. Hay que impregnarse bien de ello. Hasta el siglo xvii, los dirigentes políticos europeos, como tales, siempre se desinteresaron de la situación más o menos buena, más o menos evolucionada de la población.
La noción de responsabilidad inherente al jefe del Estado no aparecerá hasta más tarde. Los reyes y los señores se preocupan exclusivamente de dos cosas: su propio poder en el interior y la conservación o la conquista de territorios contra sus vecinos. En lenguaje moderno, no controlaban más que tres Ministerios: el del Interior, el de la Guerra y el de Asuntos Exteriores.
Lo demás se dejaba en manos de la Iglesia: sanidad publica, cultura, obras públicas, agricultura, trabajo, educación e incluso frecuentemente justicia y hacienda. Los templarios son quienes, hasta su eliminación, manejaran y administraran el tesoro público de los reyes de Francia, como Así mismo lo harán por otros soberanos...
He aquí por que la historia escolar nos ha deformado tanto la realidad cuando, además de rechazar el esoterismo de los documentos de la Edad Medía, ha insistido tanto en el feudalismo, las sucesiones, las guerras y los tratados, y se ha interesado tan poco por los hombres que tenían la verdadera responsabilidad de la civilización y del bienestar de sus semejantes.
Mientras el Estado no esta organizado y no desempeña un papel de administración y progreso de la sociedad que controla, no tiene importancia para la civilización social, la manera de vivir del hombre de la ciudad o de los campos. Cluny fue creada y el arte románico floreció en Francia en una época de soberanos de cortos alcances e insignificantes. Grandes soberanos, en lo que concierne a las conquistas o al valer individual, reinaron cuando ya la civilización medieval había perdido sus raíces y estaba en plena decadencia. En la actualidad, un régimen político liberal o socialista es juzgado según la prosperidad que proporciona a los hombres. Aplicar este patrón a la Edad Medía no tiene el menor sentido y es una mentira.

En el plano individual, la época que estamos considerando no careció de personajes políticos de autentica talla, tales como una Blanca de Castilla, un Luis IX, o un Enrique II Plantagenet, pero su obra civilizadora es insignificante.
Por contra, en conjunto, esos soberanos no entorpecieron demasiado la acción de las grandes órdenes religiosas. Los mas excitables de los señores batalladores fueron enviados a batirse a las Cruzadas y las gentes de iglesia impusieron a los políticos y a los militares la famosa "paz de Dios", que será relativamente bien respetada. Las guerras se hacen entonces, la mayor parte de las veces, en Europa, entre profesionales, casi en un "palenque", sin demasiados prejuicios sobre el particular. Pero, en ese clima de paz relativa, sin comparación posible con lo que ocurría anteriormente, lo que le importa al hombre medio es, evidentemente, muchos menos saber si se halla bajo la obediencia del rey de Francia Q bajo la de la dinastía angevina, que saber si puede contar con la existencia de una abadía benedictina o cisterciense, o una encomienda de templarios en sus proximidades. Las catedrales son edificadas por y para el pueblo. No se trata de monumentales capillas reales. Los reyes van a visitarlas con frecuencia, pero son recibidos sencillamente. No son ni su obra ni su pertenencia.
Los hombres que permitieron y realizaron el apogeo de la civilización medieval iniciática asimilando y aplicando los últimos secretos orientales arrancados por las Cruzadas, parecen haber sido sobre todo los cistercienses de san Bernardo y los templarios. En torno a ellos y gracias a ellos vivirán y trabajaran los constructores de catedrales, los escribanos, los poetas y los sabios, los alquimistas y otros. Es de un modo muy especial, gracias a la acción y a la organización de los templarios, como la emancipación social de las ciudades y los campos y su corolario, o sea el desarrollo pacifico de los mercados y del comercio, podrán conocer su plena expansión y conducir a una cierta prosperidad económica.
¿Y los benedictinos? Se ven superados, e incluso discretamente combatidos, por san Bernardo, que no desperdicia la ocasión de reprocharles su decadencia y su molicie oponiéndoles la pureza de sus reformas. Que, en la misma Cluny, hubo a finales del siglo XI y principios del XII, un cierto relajamiento de la disciplina, parece cierto. No obstante, san Bernardo parece haber exagerado mucho.
La mejor manera de juzgar a los hombres que uno admira es tratar de verlos tal como son. San Bernardo no tenía solo cualidades. Había en el una faceta arrogante, dictatorial y un poco despótica. Tenia la pluma fácil y mordaz. De ello abusa con frecuencia. En todo quiere ser el primero y no tolera la "competencia".
-Sin atacarlos abiertamente, no ahorrara sus esfuerzos para que los benedictinos sean suplantados por los cistercienses. Se trata del aspecto desagradable de su carácter que le hará desplegar tanto celo para eliminar al gran filosofo Abelardo, con el que se reconciliara únicamente después de una sumisión completa, como muy bien lo ha demostrado Zoe Oldenbourg. Con todo, los benedictinos siguen siendo una realidad aun importante. No olvidemos que es en el siglo XII cuando la orden dará personalidades de la talla de Pedro el Venerable y Suger. El arte románico sigue produciendo obras maestras, abadías, iglesias o catedrales, bajo el báculo de los benedictinos, que han permanecido fieles a esta forma de arte, pero, efectivamente, sea por la perdida de aliento o a causa de la acción enérgica de san Bernardo, pasan a un segundo plano en la evolución histórica que nosotros tratamos de captar. Aunque es verdad que Citeaux y Clairvaux son producto de la tradición benedictina y no hacen más que continuarla bajo una forma reformada. La antorcha cambia de manos, pero sigue siendo la misma antorcha.

Al bosquejar aquí un Tapido cuadro histórico en el que ocuparan su lugar nuestras Vírgenes Negras, mi propósito no es extenderme sobre los cistercienses y los templarios, respecto de los cuales se ha escrito en estos últimos tiempos un número considerable de obras, muchas de ellas de primer orden. Por lo demás, debido a la fascinación que esos libros han suscitado, especialmente en torno a los misterios templarios, con frecuencia han ido creciendo cada vez mas en un amplio sector del publico el gusto y el deseo de partir hacia el descubrimiento de la verdadera Edad Medía. San Bernardo, nacido en el año 1090, en el castillo de Fontaines, cerca de Dijon, estaba por parte de su madre, Aleth de Montbard, emparentado con los duques de Borgoña. A los veinte años entro en la abadía de Citeaux, de la que era entonces abad Etienne Hardiny, y cinco años mas tarde creo Clairvaux en las tierras de Hugo, conde de Champaña. A partir de aquí comienza una acción y una irradiación incomparables estando considerado por todos los historiadores y biógrafos como una de las personalidades más prestigiosas con que haya contado Occidente.
Impone a sus monjes y a si mismo una reforma de la vida monástica de un rigor y una severidad casi insoportables. Pero este ascetismo ejemplar no le impedirá desempeñar un papel publico e internacional extraordinario, e incluso le ayudara realmente en ello (1).
Decenas de abadías se someten a su regla, mientras el sigue creando incesantemente nuevas casas en toda Europa a las que acuden profusamente los postulantes. Papas, reyes y señores quedan fascinados por su personalidad; todos le consultan y todos lo toman por árbitro. Cuando Bernardo de Claraval habla, todo el mundo inclina la cabeza con respeto. El, simple abad, se dirige por escrito a los mas altos dignatarios de ese mundo en un tono de mando y con una ausencia de tacto y de formulas respetuosas que produce estupefacción, menos por su contenido que por el hecho de que todos los corresponsales, incluido el Papa, encuentran ese tono normal procediendo del gran salito y lo aceptan.
No hay un solo acontecimiento un poco importante del siglo XII que no este marcado por su sello. Bernardo multiplica sus viajes a través de Europa organizando concilios, poniendo fin a cismas, reconciliando a los señores enemigos, predicando una cruzada y creando por donde pasa nuevas instituciones.
Dotado de poderes taumaturgicos celebrados por aclamación por las crónicas locales, multiplica en cada ciudad las curaciones y los hechos extraordinarios y tiene aun tiempo para escribir en abundancia, ya que nos ha dejado, además de su correspondencia, unos tratados de filosofía, de mística y de exegesis que no siempre están desprovistos de una cierta poesía.
Esta personalidad fuera de serie fue la que patrocino la Orden del Temple, le dio su regla y le hizo otorgar en los terrenos político y religioso ventajas exorbitantes, con ocasión del Concilio de Troyes, celebrado en 1128, que en gran parte fue obra suya y se desarrollo casi enteramente bajo su autoridad.
Por otra parte, entre sus más próximos figuran tres de los principales fundadores de la Orden del Temple. En las tierras de Hugo de Champaña había establecido la abadía de Clairvaux. Hugo de Payms, oficial del conde de Champaña, era uno de sus mejores amigos y Andrés de Montbard era el hermano de Aleth de Montbard, por tanto, el tío de Bernardo. Pues bien, en 1118, estos tres hombres, junto con otros seis compañeros, crearon la Orden del Temple en Jerusalén, y, con el consentimiento del rey de aquellos lugares, se impusieron como "razón social" la vigilancia de las rutas de peregrinos, aunque en realidad, durante unos años, se dedicaron más bien a pacientes y misteriosas investigaciones en la Ciudad Santa.

¿Que traen de Jerusalén, después de diez años de trabajos? ¿El Arca de la Alianza, tal como opina Charpentier? ¿O bien el conjunto de documentos reunidos en el sancta sanctorum de las mas grandes religiones, a saber los textos necesarios y suficientes para llegar al termino del conocimiento que permitirá el apogeo de la civilización iniciática europea? Lo que si es seguro es que lo que los primeros templarios trajeron en sus equipajes fue considerado bastante importante por san Bernardo para reunir un concilio en el que participaron los mas grandes obispos y abades y que, al final, dio prácticamente "carta blanca" a los templarios tanto en Oriente como en Occidente. Estos, bien impuestos de sus regias y de sus poderes, realizaron, al menos en el plano temporal, obras que, a medida que son descubiertas por nuestros contemporáneos, no dejan de fascinar a los investigadores curiosos.
Aquellos monjes soldados tenían como misión teórica y oficial organizar y vigilar las rutas de Oriente, como sus cofrades, los hospitalarios. La orden se dividía en una doble rama. La de Oriente se dedicaba efectivamente a esta misión, con valor y brío, empeñada en combates frecuentemente victoriosos y la de Occidente, organizada de una manera Así mismo militar, no combatía, sin embargo, mucho, a pesar de que se convirtió en seguida en la más importante.
Instalada su cabeza dirigente en Francia, aunque irradiando a toda Europa, se consagro prácticamente a una inmensa obra civilizadora.
Orden jerarquizada al máximo, en la que la obediencia a todos los niveles no se ponía nunca en duda, se rodeo deliberadamente del más absoluto secreto. El caballero era recibido después de diversas pruebas cuyo ritual de iniciación ha hecho correr mucha tinta (2), cayendo en desgracia aquel que revelaba al exterior el más insignificante de los secretos. Riguroso tabú del silencio, como antaño ocurría en los ritos isiacos. Los templarios establecieron en toda Europa millares de castillos y de encomiendas. Estas controlaban la mayoría de las grandes carreteras que iban del Norte al Sur y del Este al Oeste, muchas de las cuales sin duda habían sido construidas gracias a ellos.
Sus medios financieros fueron realmente ilimitados, y su origen es todavía hoy un misterio completo (3), pues, teniendo en cuenta las masas monetarias existentes en circulación en aquella época, no puede explicarse enteramente ni por el botín que pudieron haber traído de Oriente, ni por los importantes beneficios que sacaban de la actividad bancaria que desplegaron.
Como banqueros de toda Europa y tesoreros de la mayoría de los soberanos, apartaron la interdicción religiosa del interés por derechos proporcionales a la importancia de las letras de cambio, que ellos crearon, prácticamente en su forma actual, y que hicieron circular por toda Europa y el Próximo Oriente. Por primera vez, gracias al dinero escriturario y a la perfecta organización bancaria internacional de los templarios, el dinero pudo desplazarse a todas partes con seguridad, Gracias a ellos pudo desarrollarse el comercio y nacer y extenderse los grandes mercados. Gracias a ellos también, y por la misma razón, las ciudades no solo se emanciparon, sino que se hicieron fuertes y los que no eran nobles empezaron a adquirir un cierto poder y una real independencia.
No obstante, según prescribe su regla, toda aquella fortuna no podía beneficiarles personalmente. Aunque hubo algunos raros excesos, los templarios respetaban el voto de pobreza, Tampoco sirvió aquella riqueza para un eventual esplendor de la orden. Nada mas modesto, mas rudo, mas "cuartel militar" que una encomienda de templarios. Ni lujo, ni aparato, sino tan solo piedra bruta. ¿Para que fue, pues, utilizado todo aquel dinero? Sin duda, para la financiación de los centenares de monumentos religiosos importantes, entre ellos todas las catedrales góticas que en pocos años se edificaron, y en los que la presencia de los templarios es manifiesta. Y sin duda también para mejorar aun mas en sus tierras el rendimiento y la calidad de la explotación agrícola, procurando así a sus campesinos un mayor bienestar.
Todas las suposiciones son posibles, tratándose de gentes tan extraordinarias pero tan ocultas. ¿Llegaron tal vez a America mucho antes que Cristóbal Colon y explotaron las minas de plata de México, como ha apuntado Charpentier, el cual ha señalado la presencia de un indio en el nortex de Vezelay? (4). En cualquier caso, otros indios adornados con plumas aparecen armando una zarabanda alrededor de un caballero y una dama en los famosos graffiti de Gisors. De este modo se explicaría la red de carreteras templaría que conduce a La Rochela y la formidable protección con que rodearon este puerto, que no era ni la puerta de Oriente ni la de Inglaterra.

Sea lo que fuere, son indudablemente los templarios quienes, en los siglos XII y XIII, instalaron y desarrollaron en todos los planos temporales (limitándose los cistercienses, desde 1128, mas bien a tareas espirituales) la era clásica de esta civilización medieval, y su eliminación entraño casi automáticamente su decadencia, e incluso su hundimiento.
Para Francia y los países vecinos, el final de la Edad Medía no viene marcado por la caída del Imperio romano de Oriente, sino por la detención, en 1307, de los templarios.
El viernes 13 de octubre de 1307, por orden de Felipe el Hermoso, todos los templarios franceses son simultáneamente arrestados gracias a una celebre redada. El proceso elimina la mayoría de los jefes, pero no consigue suprimir la orden. El Papa Clemente V, apremiado por Felipe el Hermoso, vacila durante unos años, pero en 1311 decreta la abolición por medio de la bula Vox Clamantis y (no sin amargura y dolor íntimos", de la Orden del Temple y de todas sus instituciones. En una época en que llovían las excomuniones, vemos que no se lanza ninguna condenación contra la Orden. El Papa se limita a usar de su poder, pues según los propios estatutos de los templarios, tiene autoridad solo para disolver la Orden. De hecho, a partir de aquel momento, la mayoría de templarios franceses perecieron en las hogueras de la Inquisición mientras que sus bienes (al menos aquellos que no fueron ocultados) fueron en parte confiscados por Felipe el Hermoso y en parte entregados a la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, que mas tarde se convertirá en la Orden de Malta y que, por tanto, puede en cierto modo considerarse como la heredera de la Orden del Temple.
¿Es necesario subrayar cuantos hombres eran, sin duda alguna, iniciados?
Una leyenda hagiográfica del siglo XIV cuenta que san Bernardo, por aquel entonces estudiante en SaintVaries, cerca de Chatillon-sur- Seine, sentía una particular veneración por una estatua de la Virgen que se encontraba en la iglesia del lugar. Esta imagen en la que Nuestra Señora aparece "sentada y sosteniendo el pequeño Jesús en su regazo", nos es descrita exactamente como una Virgen Negra, lo cual no deja de ser interesante.
Un día que el santo estaba orando ante la estatua, esta ofreció su seno y tres gotas de leche fueron a caer en los labios de Bernardo (5).
Ahora bien hay que reconocer que si se toman los hechos al pie de la letra, esta historia aparece como inverosímil, de bastante mal gusto e incluso un poco obscena.
Sin embargo, en el terreno simbólico, es rica en significación. La leche de la Virgen es, para el alquimista, sinónimo del agua mercurial sin la cual nunca podrá extraerse la piedra filosofal. Dicho con claridad, esta alegoría quiere decir que, durante los estudios de su juventud, Bernardo fue iniciado. ¿Por quien? Sin duda por unos maestros próximos a la tradición druídica, pues en diversos documentos Bernardo escribirá textualmente que el considera como maestros suyos a los robles y las hayas, árboles sagrados de la religión céltica.

San Bernardo, según sus escritos, consagro mucho tiempo y decenas de sermones a estudiar y desmenuzar el extraño Cantar de los Cantares. Sin embargo, dicho texto bíblico ha desconcertado siempre a los exegetas, y durante mucho tiempo la cosa se resolvió excluyéndolo pura y simplemente de las ediciones de la Biblia. Se conservo en nombre de la tradición, y por esta razón solamente.
Verdad es que, a primera vista, apenas tiene significación religiosa. Se trata de un largo poema de amor pasión, algo erótico, en el que los protagonistas no cesan de hacer alusión a las ventajas del vino y de la borrachera en la cual se sumergen, comparándola insistentemente con su gran amor. Interpretado herméticamente, no obstante, es uno de los pasajes de la Biblia que ofrece un sentido más rico. En el se dan cita y se entremezclan casi todos los grandes símbolos iniciaticos, haciendo el texto casi incomprensible para aquel que no los conoce, pero fundamental para el iniciado.
Por otra parte, es en el Cantar de los Cantares donde la protagonista, maravillosa en su feminidad, exclama en un momento de exaltación: "Soy negra, y sin embargo, soy bella... - ", una de las frases clave que debe ayudarnos a descubrir el sentido oculto de las Vírgenes Negras. En todo caso, el hecho de que san Bernardo, que tanto despreciaba el vino y los placeres de la carne, hubiera consagrado tanto tiempo de su existencia al estudio de este texto no puede explicarse más que en la medida en que precisamente el conocía la manera de descifrarlo.
"Dime con quien andas..." Aplicado a san Bernardo, el viejo proverbio halla una vez más su confirmación. Amigos verdaderos, tiene pocos. Algunos parientes, la mayoría de los fundadores de la Orden del Temple, y, de una manera enteramente privilegiada, san Malaquías, aquel irlandés continuador de la tradición de los colegios iniciaticos druídicos, que al final de su vida fue a retirarse a Clairvaux, donde murió.
¿Y el simbolismo numérico deliberadamente mantenido? Con doce monjes, san Bernardo crea la abadía de Clairvaux, y siempre es con doce monjes como funda todas las grandes abadías cistercienses. Por lo demás, Así ocurría ya anteriormente por lo que se refiere a todas las abadías benedictinas las huellas de cuya fundación hemos conservado.
Doce, como los doce apóstoles, pero también como el colegio de los doce sabios druídicos, doce, que no logran todo su sentido y razón de ser mas que a través del decimotercero, Jesucristo en los Evangelios, o san Bernardo en la obra cisterciense.
La misma utilización de los números sagrados se produce en los templarios.
Nueve son los que crean su orden en Jerusalén, dos los que aparecen representados en sus sellos montando el mismo caballo, en dos ramas como será dividida la orden única y en numero de dos como aparecerán comiendo juntos en el mismo plato (6).
Una y otra vez aparece con insistencia, en la regla que les da san Bernardo, particularmente el símbolo trinitario; la trinidad cristiana, si, pero también la trinidad agnóstica, la trinidad druídica, aquella que hallamos de nuevo repetida en el misterioso texto alquímico de la tabla de Esmeralda.
Los templarios oirán misa tres veces por semana, comulgaran tres veces al año, serán azotados tres veces en caso de indisciplina, comerán carne tres días de cada siete, pero los demás días tomaran tres comidas. No aceptaran el combate más que si son atacados tres veces y, cuando se trate de herejes, deberán batirse aun cuando el enemigo se halle en una superioridad de tres contra uno...

Algunas declaraciones efectuadas durante su proceso y muchos otros indicios conservados en la piedra de sus encomiendas demuestran que ellos practicaron la alquimia, al menos algunos de ellos, quizás una "jerarquía paralela" oculta que estaba en posesión de los verdaderos poderes.
Algunas de sus construcciones defensivas asombran, mirándolas bien, pues uno se da cuenta de que hombres expertos en las técnicas del arte militar edificaron ciertas fortalezas que, a pesar de su importancia aparente, no tienen el menor valor estratégico interpretadas en función de los datos esotéricos, tales edificaciones ilustran claramente, sin embargo, las intenciones de aquellos que las concibieron.
Las catedrales góticas, financiadas por los templarios y realizadas por los gremios de artesanos nacidos de la misma tradición, nos consta que son, tanto por sus proporciones y por su disposición como por los símbolos que las adornan, verdaderos libros de piedra cabalísticos.
En la mayor parte de edificios románicos, y en todos Virgen de Hal Posterior a las Otras, la estatua de Hal, cerca de Bruselas, de finales del siglo XIII, representa, sin embargo, idéntico simbolismo. Sea como fuere, se advierte en el artista cierta libertad de expresión y una búsqueda del efecto.
El tema de la Virgen Lactante es rico, pero constituye una interpretación del simbolismo primitivo, mas riguroso, de las efigies de los siglos Xl y XII, los góticos, la iglesia adopta ya la forma de una cruz, estando la nave cortada perpendicularmente por el transepto, la cruz en la que Jesucristo sufrió el martirio y sin la cual no habría resurrección, cruz cuya etimología latina es crux, que dio origen al termino crisol (en francés creuset), el crisol de los alquimistas, el crisol de todos sus sufrimientos y de todas sus victorias.
Estas comprobaciones han sido luminosamente explicadas, especialmente por lo que se refiere a Chartres, Notre-Dame de Paris y Amiens, por los autores que he citado anteriormente. La cruz en tau elegida por los templarios como emblema, unas veces simple, otras adornada con criptogramas, el uniforme blanco con la cruz roja sobre el hombro derecho, ciertos rituales y algunas oraciones de la Orden, son otros tantos signos en modo alguno fruto del azar como no lo es tampoco la elección de su estandarte en el que se mezclan el negro y el blanco (algunos creen incluso que se trataba de un tablero de ajedrez), y cuya proximidad y oposición significan poco mas o menos: el iniciado vive en el blanco, en la luz del Conocimiento; esta, sin embargo, rodeado de la noche, la de los ignorantes, e incluso el mismo debe rodear su luz de noche, mediante los símbolos del ocultismo, para que los grandes secretos no sean peligrosamente revelados; Así mismo, es después de la mas densa noche de largos esfuerzos, de desalientos y dudas, cuando el adepto tiene finalmente acceso a la luz. No hay día sin noche, y este es el motivo por el que, simbólicamente, el negro y el blanco son y deben permanecer inseparables.
Parece que no cabe ya la menor duda. La gran civilización medieval de los siglos XII y XIII fue verdaderamente, en el pleno sentido de la palabra, concebida, organizada y dirigida por auténticos colegios de iniciados.

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